Pasteurización

¿Qué le pasó a la elite intelectual que surgió al calor del gobierno de Néstor que termina hoy en este desbande amnésico? ¿Qué pasó en estos años para que pueblo y conducción vayan separándose cada vez más para terminar en el triunfo de Javier Milei en las elecciones? Agustín Fontana responde que el proceso podría pensarse como pasteurización de las ideas y la acción.

Actualidad - Crónicas Urbanas 30/11/2023 Redacción

El progresismo de hace unos años a esta parte ha sido pasteurizado. Prolongado su existencia al calor de su desembarco en la estructura del Estado resultando de ello su total desconexión respecto de los intereses populares.

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Todos estos años ha interpelado al pueblo como si de un objeto de laboratorio se tratara. Ha diseñado sus políticas para ser aplicadas en completo ascetismo y con determinados efectos esperados, ha tenido su definición de pueblo también en la cual el andamiaje ideológico afrancesado pintó un fresco poblado de efigies provenientes del universo académico. Ideas sobre democracia, definiciones de lo institucional o sentencias sobre lo social. Todo un corpus en el que se fue delineando un sistema ideal donde encajar al pueblo y operar sobre él.

Y, mientras tanto, la ebullición de esa viscosidad se fue cociendo a fuego lento. Rebalsando las definiciones y la forma de interpelar lo popular, aquello inasible para ese gobierno fue tomando una realidad que le resultaba ajena. Es lo que sucedía cuando el kirchnerismo no lograba entender por qué “la gente” no agradecía las vacunas dadas, motivo por el cual Jorge Aleman en Página 12 echaba culpas a esos que se negaban a ser definidos por él cuando en las elecciones legislativas el gobierno perdió contra Juntos por el Cambio. Hoy sigue hechando culpas.

Peron no sólo los intelectuales. La elite gobernante también se negaba a ver lo que sucedía. ¿Cómo podía el pueblo ser otra cosa que aquello aprendido al calor de Bourdieu, Lacan, Zizek, Freud o Keynes? La celebración y el gozo de su estadía en la estructura del Estado los cegaba para entender aquellos días donde, en una actitud del todo vigilante, acudía a perseguir a los que abrían sus comercios para alimentar a sus familias. ¿En qué momento se produce una desconexión así?

Digo que la interpretación progresista romantiza la pobreza porque comparte con el liberalismo la idea que los pobres deben agradecer la mano dada. La continuidad de una política de asistencia tenía como contraparte la obligación por parte de los asistidos, de agradecer por medio del voto.

Pero el pueblo desborda. Contrario a lo que imaginaron, una parte de la sociedad fue a buscar a otro que extremo y desordenado dice interpretar sus preocupaciones actuales y su insistencia en poseer sueños. Cansado de ser subestimado, el trabajador que no se alineó con ese porcentaje mínimo de privilegiados anquilosados, fue en busca, tal vez de otra propuesta. De forma desordenada como es lo popular, de forma irracional como puede ser un pueblo fragmentado, sí, pero a resultas de votar en contra de esa auto proclamada elite. 

El progresismo nacido al calor de la confluencia de centro izquierdas, estatismo radical, stalinismo discursivo y porteñismo unitario bajo el techo de la simbología peronista fue elaborando un discurso que de a poco resultó alienante y que hoy los encuentra haciendo mea culpa en algunos casos cuando no lanzando acusaciones paranoicas y esquizofrénicas a troche y moche. Porque es muy difícil bajarse de un standard de vida. Se notó en estas elecciones que no tiene mucha más moral que la enseñada en el republicanismo europeo. Sistemáticamente eligió acompañar candidatos que otrora, en raptos de intolerancia intelectual, expulsara. Porque más que un sistema de comunión se constituyó en una instancia de expulsión y que, a su vez, comparte con las ideas liberales de mérito delineando una otredad: “Si sos como nosotros, sos uno de los nuestros. Si no sos como nosotros, sos el enemigo”. Así y de a poco fue expulsando a aquellos peronistas que consideraba de derecha fortaleciendo las opciones de centro izquierda y combatiendo a todo aquel y aquello que no cerraba filas con lo que, pour la galerie, predicaba. Porque no nos engañemos y hay que decirlo de una vez por todas: el progresismo kirchnerista es socialmente de izquierda y económicamente liberal.

El progresismo se ablandó, se adecuó, aprovechó la siesta estatal de estos últimos años mientras el ciudadano tenía que escabullirse para ir a trabajar un montón de horas, mal pago y no ser afanado en el camino. Tibios de toda tibieza no pudieron encarar la solución a la seguridad porque en los manuales del buen socialdemócrata, la facultad coercitiva del estado es un pecado. De una u otra manera, en estos últimos tiempos, se auto percibió único intérprete posible del pueblo trabajador mientras los elefantes pasaban por detrás. Trató de imponer su propia interpretación del mundo de los trabajadores y sus demandas. Y el pueblo respondió a esta errónea interpelación, en consonancia.

En el aspecto cultural, optaron por promover una versión devaluada de lo popular. Una celebración del estigma en la cual ese pueblo carente de lo elevado debía ser promovido en su sencillez. Mientras tanto la clase media y media alta kirchnerista, disfrutaba de las delicias de una cultura de jardín y de los beneficios de clase que ello conlleva. En este proceso, la pasteurización de aquella juventud que recuperaba derechos en el gobierno de Néstor posterior a la debacle de 2001 devino parodia de sí misma. Absurdo. La fiesta de Olivos en plena pandemia parece ser la definición de lo que le ha sucedido a esa conducción que nunca condujo nada.

Claro está que no todo es lo mismo. Que aún dentro de estos sectores hay compañeros valiosos y muchos los votaron para que ocupen el gobierno con total fe y honestidad. Por eso es más irritante el desenlace y por eso enoja tanto su ceguera. Milei no tuvo que hacer gran mérito para desatar acaso los peores años que nos tocarán vivir. Debieran reconocer hoy su pequeñez y escuchar al pueblo en lugar de interpretarlo. Sólo así puede transformarse la historia.

Agustin Fontana es Lic en Comunicación, músico, crítico cultural y parte de Persistentes

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